La elección de un nuevo Papa es un acontecimiento central en la Iglesia católica y concentra la atención global. Ante una renuncia o fallecimiento, los cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina, a puertas cerradas, para designar al sucesor espiritual de más de mil millones de fieles.

Tras la muerte del papa Francisco, comenzará en los próximos días un nuevo cónclave, el rito que elige al sucesor de San Pedro. Este proceso, marcado por una rigurosa confidencialidad, se celebra entre 15 y 20 días después de la vacancia papal.


Así funciona un cónclave hoy
Durante el periodo de sede vacante, el Colegio Cardenalicio asume la conducción de la Iglesia. Los cardenales, hospedados en la Casa de Santa Marta, celebran una misa previa y juran secreto absoluto antes de iniciar las votaciones diarias en la Capilla Sixtina, completamente aislada del exterior.



Cada cardenal escribe su elección en una papeleta que deposita en un cáliz. Si nadie alcanza los dos tercios requeridos, se repite la votación. Tras tres días sin resultado, hay una pausa para oración. Si la indecisión persiste, se reducen las opciones a los dos más votados.
El humo blanco y el anuncio
Las papeletas se queman tras cada ronda: el humo negro indica que no hay decisión; el blanco, que hay nuevo Papa. Confirmada la elección, se le pregunta al designado si acepta el cargo y qué nombre adoptará.
Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, el cardenal protodiácono anuncia: “Habemus Papam”. Luego, el nuevo pontífice aparece ante los fieles para impartir su primera bendición.
El último cónclave fue en 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI. Luego de cinco votaciones, el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido como el primer Papa latinoamericano, adoptando el nombre de Francisco I. Un detalle que quedó en la memoria fue la aparición de una gaviota blanca sobre la chimenea justo antes del anuncio oficial.
Orígenes y evolución del proceso
La figura del Papa se remonta a San Pedro, considerado el primer pontífice. En los primeros siglos, su elección era más informal y local, lo que solía derivar en disputas. En el siglo XI, el papa Nicolás II otorgó exclusivamente a los cardenales la potestad de elegir al sucesor, formando el actual Colegio Cardenalicio.
A lo largo del tiempo, se añadieron normas: en 1179, se exigió una mayoría de dos tercios; en 1970, se fijó el límite de edad en 80 años para los electores; y en 1975, se estableció el máximo de 120 cardenales con derecho a voto.
La renuncia papal es extremadamente inusual. Antes de Benedicto XVI, la última había sido la de Gregorio XII en 1415. Su dimisión en 2013 puso a prueba, después de seis siglos, el sistema de sucesión ante una salida voluntaria.